Por Cesia Escobar*
Cuando el ego, la necesidad feroz de aprobación y la casi nula capacidad de autoevaluación se apoderan de quienes deciden en el gobierno, estamos frente a un escenario delicado y preocupante.
Me gustaría que reflexionemos en conjunto respecto al perfil de personas que llegan a ocupar puestos en la toma de decisiones desde el gobierno.
Administración tras administración, nos ha quedado claro que ya no basta con el conocimiento académico y la experiencia en la materia para tomar decisiones técnicas, fundamentadas y en beneficio de todas las poblaciones.
Hemos visto que gobernar desde un mero ejercicio de poder no ha solucionado problemáticas estructurales e históricas en temas como seguridad, movilidad, medio ambiente, educación y salud, entre otras.
Si la fórmula para generar soluciones sostenibles y compasivas está en la colaboración entre dependencias, en la ejecución de acciones basadas en evidencia, en el uso de los datos para la focalización de esfuerzos y recursos, y en un proceso de evaluación y monitoreo eficiente que permita perfeccionar y pulir estos esfuerzos, ¿por qué seguimos habitando un estado y municipios con grandes crisis que se agravan con el paso de los años?
Si la fórmula existe, ¿qué falta en la política de nuestro Estado para que se ejecuten soluciones sostenibles?
Existen varios factores involucrados, pero estoy convencida de que el perfil de las autoridades que toman decisiones y emiten instrucciones que se vuelven realidades es uno de los principales que limita el avance en la solución de las problemáticas estatales y municipales.
Algunas personas que llegan a ocupar un cargo público pueden tener años de experiencia y conocimientos técnicos y académicos en diversos temas, pero carecen de habilidades de comunicación, conciliación, escucha activa, trabajo en equipo o manejo de crisis; vemos personas ocupando espacios en la toma de decisiones desde el gobierno, que prefieren resolver diferencias a través de redes sociales, o que brindan información cuestionable para validar sus declaraciones o las de sus compañerxs de partido, que movilizan un aparato institucional que les aplauda y ovacione sin cuestionar, y que toman la retroalimentación a sus decisiones como ataques personales o en contra de su trabajo.
Estas actitudes y malas prácticas van mermando poco a poco las relaciones entre autoridades y diversos sectores, lo que reduce la posibilidad de generar esfuerzos desde la pluralidad de opiniones, experiencias, partidos, intereses y necesidades.
Un perfil en la toma de decisiones desde el gobierno sin un trabajo de autoevaluación, crecimiento personal e inteligencia emocional es un perfil que toma decisiones para alimentar egos e inseguridades, y reduce su colaboración a personas y espacios que no le cuestionen.
Necesitamos autoridades de gobierno que lleguen al poder y no sean consumidxs por este, que en el ejercicio de sus funciones no se les olvide representar a la población y no a sus intereses y los de su partido; necesitamos que estén preocupadxs y ocupadxs por las problemáticas del día a día de la población, no por maquinar el siguiente «golpe» a su rival político, o por organizar el siguiente evento sin fondo y resultados, pero que dejará una buena serie de fotos.
Necesitamos soluciones del tamaño de las problemáticas de la población, no del tamaño del ego de quienes las toman.
Estoy segura que esto no es un sueño guajiro o un escenario utópico; puede ser una realidad cuando se ve al servicio público desde un lugar de respeto, compromiso y amor por servir, no desde un espacio para usar el poder en beneficio de unos cuantos.
Así las cosas en nuestro Estado, así la política, así la vida.